Entonces la situación se vuelve insoportable y algo en lo
más profundo de ti hace “clic”, y a partir de ese momento todo cambia. Es un
movimiento dentro de tu mente tan imperceptible que apenas lo notas, no te das
cuenta hasta que levantas la vista para observar el mundo que te rodea y te
percatas de que no lo ves de la misma manera que antes. Ahora es diferente.
Es ahí cuando entras en un bucle de falsa confusión,
preguntándote una y otra vez que es lo que has hecho mal, las lágrimas afloran
solas sin necesidad de ser llamadas, te frustras porque no entiendes. Crees que
el cambio significa dolor, dolor a olvidar lo que hasta ahora había sido la
causa de tus sentimientos. No te atreves a dar el paso que acabará con esa
situación y que pondrá fin a todo el dolor que llevas cargando sobre tus
hombros largo tiempo. Sin embargo en el fondo lo sabes, sabes que debes poner
fin y empezar una nueva etapa probablemente mejor, y aunque te dé miedo
tú misma te obligas a hacerlo y vuelves a mirar el mundo con nuevas esperanzas.
El cambio no es dolor, el cambio significa que has aprendido de tus errores y
puedes volver a lanzarte a la vida con más fuerza. Si lo miras de ese modo, con
cada paso te haces más fuerte.
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