miércoles, 25 de septiembre de 2013

25/09/13

Aquella mañana se despertó con una sensación extraña en el estómago. Llevaba días durmiendo mal, cada noche se acostaba pensando en lo mismo y amanecía con un estado de ánimo pésimo. Pero esta vez fue diferente, desde el primer rayo de sol que se había filtrado por la ventana sus pensamientos no le habían dado descanso. Era como estar atrapada en un lugar donde no hacía más que recorrer el mismo camino, en círculo, constantemente.
Agotada suplicaba unos minutos de paz a su mente. “Por favor, cállate, cállate…” Aunque esta parecía no querer escucharla. Su conciencia la estaba torturando para que pusiese fin a todo aquello que le hacía daño. Y lo sabía perfectamente.
Había llegado a un punto en el que el dolor era insoportable, se sentía vacía por dentro, y sobre todo se sentía realmente estúpida. Estúpida por haberse ilusionado con quien no debía.
Desde un principio él le había dicho que no estaba buscando una relación estable, y ella lo consintió pensando que quizás durante el verano cambiara de opinión.
Su personalidad, su físico, su forma de hablar, todo la enamoraba poco a poco y ella no quería darse cuenta.  Los días se hacían eternos si no estaba con él, solo esperaba a que llegara el momento de volver a verle y poder desatar su pasión. Volcaba todas sus ganas y energía en esas noches que pasaban juntos. Adoraba el sonido de su risa, la expresión de su cara cuando se ponía serio, la forma en que la hacía rabiar para después comérsela a besos. Y a pesar de todo, no eran más que un rollo, algo pasajero.
La esperanza la hacía mantenerse fuerte en esa situación, esperaba que al acabar el verano se acercara a ella y por fin dijese las palabras que tanto anhelaba oír “Quiero estar contigo”.
Soñaba con eso, y él lo sabía.
Pero el verano acabó y no cambió nada. Él seguía pensando lo mismo, y ella empezó a derrumbarse lentamente, día a día un poco más. Recordó que le hizo una promesa por la cual pasara lo que pasara entre ellos nunca dejarían su amistad de lado y eso era lo único que la contenía para no estallar. Ver como se alejaba de ella era horrible, comenzó entonces a creer que todo había sido mentira, que no había sido más que un engaño ¿La había tratado como a un juguete? ¿le había importado en algún momento? ¿algo de lo que decía era verdad? Todo se convirtió en preguntas que no obtenían respuesta, y la hacían enloquecer.
Alguien debía parar aquello, estaba cayendo y el impacto iba a doler demasiado.
Pero nadie más que ella podía pararlo. Estaba en sus manos y solo se le ocurrían dos opciones:
Le diría todo lo que pensaba, todo lo que se callaba con tal de no perderle, rompería su promesa pero dejaría de tener contacto con él para poder superarlo y seguir adelante. O cumpliría su promesa y seguiría sufriendo en silencio.
Aunque parecía obvia la respuesta, en realidad era mucho más difícil de lo que aparentaba.
Se sumergió en un caos aún más perdida que antes.

Os contaría encantada el final de la historia, pero ahora mismo lo único que sé con certeza es que se hundió en un vacío del que todavía no ha aprendido a salir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario